Friday, December 29, 2006

Salut laboral i gènere

La salud laboral ¿una cosa de hombres?
"Las mujeres se accidentan 3 veces menos que los hombres"
REBECA TORADA

La aparición del Informe "Riesgos Laborales y su prevención", más conocido como Informe Durán, ha generado polémica y los medios de comunicación se han hecho eco de la envergadura del tema en nuestro país. Diversos titulares han ido mostrando algunos de los aspectos más relevantes de la situación. El que reproducimos en el titular del presente artículo nos llamó especialmente la atención. Las mujeres queremos opinar también.

¿Quiere esto decir que las mujeres están menos expuestas a los riesgos? ¿o más bien, que a diferentes exposiciones se dan diferentes daños a la salud? Curiosamente, lo que el informe Durán ni se plantea es explicar el por qué de las diferencias entre la incidencia de accidentes de mujeres y hombres. Los daños a la salud que afectan de forma diferenciada a las mujeres pasan desapercibidos cuando se aplican criterios provenientes del enfoque clásico de la seguridad e higiene, obviando todo lo que se mueva en la resbaladiza organización del trabajo, del tiempo y de la distribución de responsabilidades. El enfoque dominante en salud laboral sigue siendo masculino y mantiene invisibles muchos de los riesgos para la salud de las mujeres. Ofrecer información de esta forma tan escueta y sesgada da lugar a malas interpretaciones.

Ellos se accidentan, nosotras nos desgastamos

Los datos de la Tercera Encuesta Europea sobre Condiciones de Trabajo pueden ayudar a entender el por qué de las diferencias entre mujeres y hombres. Mia Latta, directora de investigación de la Fundación para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo, nos indica como interpretarlos: "No es el sexo la causa específica de los problemas relacionados con la salud, sino más bien las condiciones de trabajo". Es decir, veamos primero donde trabajan mujeres y hombres y después qué condiciones de trabajo caracterizan los diferentes sectores en los que se concentran.

Seis de cada 10 mujeres trabajan en el sector servicios, en ocupaciones que prolongan las tareas tradicionalmente asignadas al género femenino: enfermeras, maestras, limpiadoras, administrativas, cajeras, vendedoras, trabajadoras sociales. "Si examinamos sectores específicos -continúa Mia- podemos ver que en el sector de ventas y servicios predominan los problemas psicosociales (estrés o fatiga). Dos tercios de los empleados de este sector son mujeres".

En el sector industrial, donde trabajan 2 de cada 10 mujeres, éstas ocupan puestos de trabajo de baja o nula cualificación, en cadenas de montaje de industrias manufactureras donde el trabajo es monótono y repetitivo. La carga física en estas ocupaciones no es tan evidente como en las desempeñadas por hombres: se producen menos sobreesfuerzos por manipulación de cargas, pero en cambio las posturas mantenidas durante largos periodos y el trabajo repetitivo provocan alteraciones músculo-esqueléticas de difícil diagnóstico.

La situación de precariedad de las mujeres en el mercado laboral con mayores tasas de temporalidad y contratación a tiempo parcial que los hombres, las prácticas sociales sexistas que dan lugar a situaciones de acoso sexual, discriminación en las promociones y en la remuneración, así como la doble presencia en el ámbito familiar y laboral, no hacen más que acentuar estos daños a la salud provocando un lento y acusado desgaste que es obviado en todas las prácticas preventivas.

Mejorar la eficacia preventiva incorporando el análisis de género

Es del todo inusual que en las evaluaciones de riesgos se incluyan indicadores que permitan tener en cuenta estas diferencias de género. ¿Qué ocurre cuando las mujeres ocupan puestos de trabajo diseñados sobre un patrón supuestamente neutro que es en realidad masculino? ¿Se tiene en cuenta las diferencias entre mujeres y hombres cuando se suministran las herramientas y equipos de trabajo? ¿Por qué no se utilizan indicadores biológicos diferenciales, como las alteraciones de la menstruación? Más difícil todavía es que se evalúen las consecuencias del acoso sexual, de la dificultad para promocionarse, de la discriminación salarial o de las exigencias en cuanto a imagen o comportamiento por ser mujeres.

Incorporar criterios para poder valorar y ofrecer soluciones a estos problemas de salud, no sólo es un avance para mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres, también implica el reconocimiento de las personas que están detrás de cada puesto de trabajo, humanizando la técnica y poniéndola al servicio de las trabajadoras y los trabajadores.

Publicat a Por experiencia número 14

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